Es hora de comenzar a desmigar tus grandes sueños en acciones concretas, y el mejor consejo que puedo darte es que trocees tu gran plan en cachitos más pequeños, más manejables y mucho más fáciles de trabajar.
Para responder a esta gran pregunta vas a tener que responder antes otras muchas, así que prepárate, que vamos a comenzar.
Convierte tu superpoder en un producto o servicio
Piensa en qué necesidad vas a cubrir con tu superpoder, qué es lo que ofreces y para qué lo ofreces. Piensa que necesito algo de ti porque tengo un “problema” que solucionar, no pienses en el problema cómo algo malo, sino en una oportunidad que te ayude a definir mejor qué es lo que estás ofreciendo.
Si tu superpoder es hacer cosas bonitas, mi problema puede ser diseñar un ebook, ¿lo ves más claro ahora?
La solución está íntimamente relacionada con tu producto o servicio, aquello que vas a vender, la estrella de tu plan.
Y tu producto o servicio debe servir para una persona en concreto, tú cliente, pero no cualquier cliente, sino para qué que está pensado hasta el milímetro aquello que tú ofreces.
Olvídate de querer gustar a todo el mundo, es imposible conseguirlo y no llegarás a ninguna parte. Mejor invierte tus esfuerzos en hacer el ejercicio de dibujar el retrato robot de tu cliente:
- ¿Cómo se llama?
- ¿Cuántos años tiene?
- ¿Dónde vive?
- ¿Cómo es su familia?
- ¿Estudia o trabaja?
- ¿Qué libros lee?
- ¿Su película favorita?
- ¿Si tiene mascota?
- ¿O tal vez tiene hijos pequeños?
- ¿Hace deporte?
- ¿Quiénes son sus amigos?
- ¿En qué sueña cuando se queda pensativo?
- ¿Qué le preocupa?
- ¿Le gusta el arte?
Cómo ves cuantas más cosas sepas de tu cliente mejor lo conocerás y más cerca podrás llegar, así que saca la lupa de investigador y lánzate a la aventura de conocer a tu cliente ideal.
Y no te olvides de escribir en tu libreta las conclusiones a las que llegas, porque cuando sepas todas esa cosas de él habrá que pensar dónde está, dónde pasa el rato, dónde se relaciona con más personas y lo más importante… ¿Dónde puedes encontrarla?
La pieza clave de tu empresa feliz: tu cliente ideal
En este punto hay que investigar mucho, intentar ser lo más meticuloso posible. No te preocupes si alguna vez piensas que te pasa, nunca está de más.
Piensa en tu cliente cómo en aquella persona que tú quieres trabajar con ella. Para mí, mi cliente ideal es aquel que me hace brillar sin apenas esfuerzo, esa persona que saca lo mejor de ti y que siempre hace que todo lo hagas bien.
¿Se te ocurre alguien en concreto? Seguro que a tu alrededor hay alguien así, visualízalo, defínelo, haz una lista con todas sus características, todas sus ilusiones y preocupaciones, hazle una foto y fíjala como el ideal.
A partir de este momento tu cliente ideal tiene nombre y apellidos, ha dejado
de ser un desconocido y vas a saber dónde encontrarle, va a estar esperándote. ¡Ánimo!
Haz brillar tu empresa feliz: encuentra tu diferencia
Ahora toca hablar de ti, vas a tener que ser capaz de contar a tu público por qué tú y no los demás, qué es lo que tú ofreces que te hace especial y única para ofrecer aquello que yo quiero. ¿Te animas a decirlo por escrito?
Pues cuando lo tengas definido, mira a tu competencia, identifícala, haz una lista con sus nombres, los sitios en los que se mueven, aquellas acciones que les funciona y vuelve a mirarlas de arriba a abajo, tienes que ser capaz de ver qué es lo que no están haciendo y puedes hacer tú para diferenciarte aún más de ellos.
Con esto, ya tienes la parte más importante de tu plan, la que depende de la filosofía, aquella que proviene justo de ti, de tu interior, es la parte que va a dotar de alma a tu empresa, tiene mucho que ver con tus valores, tus creencias, tu historia y tu forma de ver la vida.
Esta es la parte que te va a hacer única, por eso es tan importante prestarle toda la atención hasta que no quede ni una duda sin responder, hasta que lo veas claro cristalino.
Como verás, has aquí, has sido capaz de pensar en todas las cosas que son imprescindibles para que tu negocio funcione, para que tu plan se transforme en una empresa.
Pero no en cualquier empresa, sino en una empresa feliz.
La idea siempre es observar, reflexionar, evaluar y actuar, es una secuencia que te acompañará a lo largo del camino, una y otra vez.
La cosa no se acaba aquí, por eso, te recomiendo que, por lo menos al principio, dediques mucho tiempo a evaluar, reflexionar, observar, porque el poder que puedes conseguir de esa información es la diferencia entre el éxito y el fracaso.