Nací emprendedora, no hay duda, soy la cuarta generación de emprendedores por ambas partes de mi familia, la paterna y la materna, así que corre por mis venas la forma de vida emprendedora. Eso unido a un padre empeñado en que fuera libre, feliz y no dependiera de un sueldo, empeñado en que fuera artista y deslumbrara más allá de cualquier límite, provisto de una cabezoneria propia de un general, con una gran dosis de practicidad obtenida de la vena materna, en la que sólo era posible la libertad si podía manejar yo misma mis cuentas.
Así que crecí en una familia que hablaba de trabajo a la hora de comer, en la que todos ayudábamos desde que levantábamos dos palmos del suelo en aquello que cada uno podía hacer, dependiendo de su edad. Recuerdo que nos sentábamos en la mesa del comedor, larga, muy larga, ya que también éramos una gran familia, y los más pequeños cortaban las estampillas de correos, mientras los mas mayores ordenaban los impresos de los impuestos.
Viví toda mi adolescencia sujeta a la incertidumbre del que es responsable de su propio proyecto, donde no hay nada seguro, donde los planes los adecuamos a la situación presente y en la que gozamos de una confianza ciega en nuestro esfuerzo, nuestra valía y nuestro compromiso, y por ende, en nuestro futuro.
Viví rodeada de amor, de cuidados y de ánimos hasta que mi papá nos dejó, ese fue el primer gran reto al que tuve que enfrentarme, después de hacerme prometer un montón de cosas, entre las que estaba el cuidar de la prole, de mi mamá, de mis hermanos, de la idea de unidad familiar a toda costa, viví diez años sujeta a ese amarre. En esa época cometí la mayor cantidad de errores que se pueden cometer en una vida, viví creyendo que todo era eterno, viví esperando que un día regresara y viví haciendo las cosas a su manera y no a la mía.
Me costó diez años convencerme que no iba a volver, que no pasaba nada porque no cumpliera con mis promesas, diez años para permitirme tomar mis propias decisiones, en las que hacer las cosas a mi manera y no a la suya, aunque sin olvidarlo jamás.
Y fue en ese momento cuando me enfrente a la peor época en mi vida, imagina que había cortado los lazos con mi papá, caminaba libre y sola, me divorcié de mi marido, tenía una niña de dos años, una madre a punto de quedarse ciega y arruinada por los millones de malas decisiones tomadas.
En aquél momento yo creía que todo era culpa del exterior, yo solo era una víctima de las circunstancias, tenía excusas para todos mis males y ninguno recaía sobre mí. Hoy soy capaz de decir que aquélla situación fue culpa de mis malas decisiones, sólo y exclusivamente de ellas, hoy sé que no supe reconocer mis límites, que me creía capaz de sobreponerme a cualquier cosa, y que el exceso de confianza no siempre es bueno.
No fue una época nada buena, me costó mucho lograr avanzar, podemos llamarla una época oscura, y sin embargo es esa misma época la responsable de que hoy me encuentre aquí.
Tardé dos años en reponerme del choque económico, de tomar conciencia de mi realidad y la de mi familia, y un día, no recuerdo exactamente cual, me encontré diciendo que no quería trabajar de abogado nunca más.
Imagina el impacto, me quedé helada, jamás en la vida había deseado algo semejante, siempre disfrute de mi trabajo, siempre me encantó ayudar a resolver los problemas, me encantaba recorrer el camino junto a mis clientes, en sus peores momentos, aunque no siempre fuera capaz de resolver las cosas, si era capaz de transformar los problemas y encontrar la mejor manera de solucionarlos. Siempre fui muy buena buscando soluciones, pero no podía creer lo que yo misma decía.
Ese hecho marcó un antes y un después en mi vida, necesitaba un aliciente para continuar, para ser capaz de seguir caminando pese a todos los pesares y cree el Cub Darwin, el club fue lo que me dio una nueva visión de la vida, la que me devolvió la energía, hizo que levantara la vista y reconociera el terreno, me llenó de esperanza, volví a reír.
Pero aún tarde un poco más en encontrar mi camino, el que recorro hoy. estoy convenida que el derecho tal y cómo hoy lo conocemos ya no nos sirve, no obtenemos los resultados que necesitamos, nos encontramos con situaciones ridículas, con sentencias que son imposibles de cumplir, con jueces totalmente politizados, con una humanidad perdida, en la que priman los intereses económicos de los grandes más allá de la justicia, fue la primera vez en mi vida que desconfié de la justicia, en la que pude comprobar que no todos somos iguales ante la ley, y en ese justo memento comprendí que debía buscar nuevos caminos para continuar haciendo lo que más me gusta, ayudar a los demás, ayudar a resolver los problemas, escuchar, hablar, sentir y recorrer el camino junto a ellos.
Y esa convicción hizo que me tomara en serio mi realidad, que pusiera los números por delante de las creencias, que hablara de hechos reales y constantes y que planeara mi plan de cambio, ahí nació el comienzo de Blanco Legal, mi nueva temporada.
Pero no fue hasta que enfrenté mi visión con el de mi hermano, con el que he trabajado toda la vida, hasta que no tomé mi verdadera decisión. También en esta ocasión se trata de una primera vez, la única vez en la que he dicho que no quiero trabajar con él, la primera vez que ví que ya no recorríamos el mismo camino, que nuestros futuros no estaban unidos como yo creía. El choque fue brutal, me quedé perpleja durante al menso tres días. Fue la primera vez que Carlota me vio llorar, imagina el alboroto creado.
Pero como siempre, tropecé con un grupo mastermind y fue mi salvación, fue mi curación, fue quien sanó mi alma dolorida, y donde volví a encontrar mi energía, la fuerza que me arrastra tras mis ideas, mis sueños y mi forma de ver la vida.
Y la vida ya jamás fue igual
Hoy terminé mi master de psicología del coaching, aprendí mucho sobre marketing digital, estudie algunos temas jurídicos importantes y tengo un plan concreto, he puesto los medios precisos para conseguir lo que quiero y estoy decidida a hacer las cosas a mi manera, solo a la mía, a ver que tal se nos da, ya se cómo terminan las demás formas, así que solo queda continuar.
Dentro de mi nueva época, te ofrezco lo de siempre, el acompañamiento empresarial, la defensa jurídica, el no sentirte nunca solo en el mundo administrativo, que siempre se muestra tan hostil, pero también puedo acompañarte por nuevos caminos, pongo a tu disposición todo mi saber, mi experiencia, mis nuevos descubrimientos y estoy dispuesta a diseñar un mundo a tu medida, en el que todo se amolde a tu silueta, 76 años haciendo fácil lo difícil, me avalan.
Y si lo necesitas, estoy dispuesta a recorrer nuevos caminos, aunque no los conozca todavía, asumo el reto.